Época:
Inicio: Año 1800
Fin: Año 1900

Antecedente:
Mariano Fortuny, el gran maestro del XIX

(C) Lourdes Cerrillo Rubio



Comentario

Durante los cinco cursos que estuvo en esta Academia, Fortuny asistió a las clases de Teoría e historia del arte, Anatomía, Perspectiva, Dibujo de estatua, Dibujo de pliegues, Desnudo del natural, Paisaje, Colorido y composición.
Como complemento acudía también al estudio de Claudio Lorenzale, donde podía ver trabajar al maestro y captar el sentido global e integrado del proceso creador, difícil de apreciar en la enseñanza académica, fragmentada en distintas asignaturas. Entre sus profesores, Lorenzale fue el que mayor influencia ejerció en estos primeros años, aunque supo apreciar otros estilos e interesarse por la pintura de paisaje. Su paso por la institución le sirvió para perfeccionar la técnica y aprender cuestiones de oficio, las únicas que podían enseñarse en un momento en que el Arte había dejado de ser una voz unívoca (Enrique Lafuente Ferrari). A partir de entonces, observando la trayectoria del pintor, Fortuny parece atender a los modelos que prevalecen siempre -y que ya en 1841 el neoclásico José de Madrazo (1781-1859) aconsejaba seguir a su hijo Federico- por encima de cualquier tendencia: la naturaleza y su belleza y las cualidades de los grandes pintores.

Las primeras pinturas de Fortuny, algunas hechas como trabajo de clase, están dedicadas a temas históricos, religiosos o mitológicos -considerados de mayor trascendencia por su carácter moral y educativo- y en sus características formales reflejan el estilo de su maestro. Destacan por su corrección y por haber participado en exposiciones y concursos San Pablo predicando en el Areópago, Carlos de Anjou en la playa de Nápoles y Ramón Berenguer III elevando la bandera de Barcelona en el castillo de Foix, con la que obtuvo la beca de pensionado en Roma en 1857. Son obras de formas estilizadas, preferentemente ovaladas, encerradas por líneas que ejercen su primacía sobre los colores claros y sin sombras, y de composiciones organizadas siguiendo sencillos principios de simetría.

En estos mismos años, 1855-1857, recoge en distintas pinturas otros episodios de la Edad Media catalana; sin embargo -salvo los cuadros de la guerra de África y algún encargo especial- casi van a ser las últimas dentro de un género en el que nunca se sintió a gusto. Resulta aventurado pensar que si nunca se presentó a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, fue -entre otras consideraciones- por la casi obligación que había de hacerlo con una pintura de historia, aunque parece cierto que ese tipo de narrativa no llegó a emocionarle como para crear escenas convincentes que estuviesen exentas de la rigidez y aparatosidad tan usuales en estos temas (Juan Antonio Gaya Nuño).

Junto a los modelos conocidos en el medio académico, la formación de Fortuny se amplia y encuentra otros tipos de referencias gracias a la obra del escritor y dibujante Paul Gavarni (1804-1866), cuyas ilustraciones conoce durante este período de estudios. Difundidos en colecciones de estampas y publicadas por la prensa francesa, los grabados de Gavarni ofrecían una crónica tan sutilmente expresiva del vivir cotidiano que fascinará a Fortuny y le llevará a copiar muchos de sus dibujos. Estudiantes, actores, burgueses quedaban retratados en las series del dibujante francés con exquisita sensibilidad, parecida a la que demuestra Fortuny en sus cuadros de género. Ese saber plasmar con la debida frescura y habilidad lo esencial del personaje y su historia, comienza a descubrirlo en estos años gracias a sus trabajos como ilustrador.

En 1857 se publicaba en Barcelona "El mendigo hipócrita", novela de Alexandre Dumas, ilustrada por el joven Fortuny, que hizo también algunos dibujos para una edición de "El Quijote". No quedó satisfecho con los resultados, pero a lo largo de su carrera llegará a dominar plenamente diversas técnicas de estampación, especializándose en el aguafuerte. La energía y precisión con la que supo manejar la línea sobre las planchas de cobre, hacen de él "el más singular y original de los grabadores españoles de la segunda mitad del siglo XIX" (Carrete Parrondo y otros); "el mejor entre Goya y Picasso" (Juan Antonio Gaya Nuño).

Publicados prácticamente en su totalidad por su marchante, Goupil, con asuntos comunes a los de su pintura, los grabados de Fortuny contribuirán a enriquecer el mundo editorial y de las revistas ilustradas. Esta importante vertiente de su trabajo le lleva también -desde el principio- a observar con mayor atención su entorno y medio natural. Dos obras muestran claramente esos intereses, las tituladas El doctor Casas visitando a un enfermo de cólera -pequeña crónica de un acontecimiento dramático- y Un alto en la caza, fusión de retrato y paisaje, los géneros más difundidos durante el siglo XIX. Todos los temas, religiosos, históricos e incluso los asuntos extraídos de la vida real que estaban ocupando el lugar reservado a la historia, fueron por tanto tratados en esta etapa formativa que se cierra con su pensionado en Roma.